A mi amigo lo mataron –no pude decir murió–
las tabacaleras
pensé cuando,
en ese instante tórrido,
es decir, chaqueño –como él–,
supe de su partida…
A mi profesor
A mi compañero
A mi hermano
A mi padre lo mataron las tabacaleras
No fue claro
una epifanía de la razón
una agnición de los culpables
fue un destello solamente
pero un destello que generó rencor
Más tarde pensé mejor
y me di cuenta
al compañero
al intelectual lo mataron
los excesos
excesos de la lucha
el compromiso
la militancia
excesos de la franqueza
la pasión
en una sociedad de mascaradas.
Eso deja un legado –el legado de los que siempre se quebraron a sí mismos
por una humanidad más digna
y se van sin haber completado su programa: sin exageraciones,
sin presunciones,
sin misticismo,
sin arrebatos heroicos.
Nos queda mucho, hermano,
UN PROGRAMA
Ni la bronca
ni el dolor que desgarra internamente,
ni siquiera el puto cáncer
van a paralizarlo
vamos a continuarlo, hermano,
vamos a continuarlo
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