Los días y las noches forman
torres enormes unos sobre otros,
igual que los miedos, que van y
vienen, a veces, como el cielo y
como las palabras que usamos
siempre, para amarnos
bien
o
mal.
Hay espacios grandes de tanto
dar, que no están agotados
ni jamás lo van a estar.
Hay algo en todo esto quizás
un poco difícil de explicar, un
lazo nuestro, íntimo y sutil.
Una hora (o muchas horas), una
historia revelada, una mano que
presiona y calma, una sonrisa
tuya, los cuerpos y las sombras,
un camino que se hace nuestro.
¡Lo vasto en vos y yo!
Y todo sigue palpitando,
todo abierto al dar...
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