lunes, 9 de julio de 2012

La dulce impaciencia


Es la impaciencia de quererte
         la que me mueve en estos días
la impaciencia de saber que
uno de estos días podrías no estar ya
y, por eso, la impaciencia loca de querer agotar todas las experiencias
todos los sentimientos en veinticuatro o cuarenta y ocho horas
que se diluyen, fatalmente, como un montón de polvo entre los dedos
la impaciencia que genera tu ternura infinita
cuando, en silencio, concentrás tu mirada
y tus pensamientos en algún punto desconocido para mí
y tu rostro está en absoluta calma, distendido,
y tus ojos brillan más que siempre
y tu sonrisa es más real, más sublime…
la impaciencia de observarte en el súmmum de la excitación y el placer
y sentir esa conexión tan íntima muy adentro, y emocionarse hasta la médula
la impaciencia desgarradora de querer cuidarte cuando te veo débil
la impaciencia de saberte incalculablemente bueno, incalculablemente auténtico
por un gesto, por un acto pequeño pero enorme, por el amor y el odio fusionados
pero, además, la impaciencia de saberte inteligente, pensante y racional
la impaciencia inagotable de sentir que no hay error en todo esto
porque me hacés inmensamente feliz, en cada momento que estamos juntos
la impaciencia de saber que, por momentos, no existe nada más que vos, Amor…
Es la dulce impaciencia de quererte, Amor… 


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