Son esas palabras rancias
las que vuelven siempre
y nos pierden de nuevo
cada vez.
Palabras ajenas, de cruces y
de espadas, de miedo y de dolor,
de machos y de sueños que se cumplen
con sortijas de familias bien formadas.
Palabras que niegan espacios, tiempos,
que anulan experiencias y deseos.
Es mentira que todo lo pueda el amor.
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